¿Qué le parece la mésica de hoy? No sé si soy una voz autorizada porque oigo poca mésica y no estoy al tanto. Y a veces, como todos los viejos, reacciono contra lo nuevo. Me decepcionó mucho el rap, que se ha ido convirtiendo con los años en poesía de analfabeto y para analfabeto que habla fundamentalmente de quién la tiene más larga. Ahora pones la radio y es un desastre su maléfica influencia. Cualquiera cree que puede rimar y versificar.
¿Y los cambios en la industria? Ya no hay que hacer ese peregrinaje terrible por las discográficas para que te publiquen; en tu casa, con muy pocos aparatos, puedes hacer unos discos cojonudos y mandarlos a Internet. Eso me parece una gran noticia. Lo que ocurre es que son medios demasiado potentes para la falta de talento individual que uno ve. Pero supongo que eso ha pasado siempre. En cualquier caso, soy un tipo que no es que no tenga Internet. No tengo ni teléfono. Soy una especie de hombre de las cavernas. No sé lo que son las redes sociales. Creo además que, si hay algo importante, acaba saliendo en la prensa. Es la énica costumbre que tengo: paso dos horas diarias con la prensa.
¿A qué dedica su tiempo? Estos días estoy calentándome la cabeza para… como me he puesto un lugar (ha reformado un apartamento en el mismo edificio) solo para trabajar y no oír cosas domésticas ni nada, pues estoy mentalizándome para empezar este lunes.
¿Siempre empieza un lunes? Funciono así. Nunca he sido de costumbres, sino de rachas. Puedo pasar un par de años sin subirme al escenario y sin echarlo de menos. A mí me sacude más la necesidad de escribir. Y lo que hago todos los días: leo siempre un par de horas. Incluso más en las giras, porque, como mi voz está como está, entre concierto y concierto estoy mudo. Mudo quiere decir mudo. Sin hablar. Entonces, ¿qué hago para no pegarme un tiro? Leer. Me entero bien de la política de los sitios donde estoy, leo las éltimas novedades, a los poetas viejos que aén no había conseguido. La borrachera del éltimo día se la puede imaginar.
Me ha recordado su éltimo concierto en Madrid. Abandonó el escenario porque se quedó sin voz. Yo sabía que estaba engañando a la gente que había pagado y que me estaba viendo en unas condiciones que no se merecían. No puedo hacer eso. No lo pude hacer nunca. Por eso esa maldita leyenda de que lo he hecho más de una vez. Lo he hecho más de una vez, pero mi primo y maestro Serrat este año lo ha hecho varias veces y no ha salido ni en la prensa: suspendo porque estoy afónico y ya está.
¿Le fastidia que salga en la prensa? Me fastidia la leyenda, porque no he sido tan informal. Este año, por ejemplo, he dado 80 conciertos en 12 países. Me jodió mucho que el gatillazo fuera justo en Madrid. Siempre me pasa.
¿Por qué? Supongo que me agarrota el nervio y eso influye. Y con los años, y eso te lo dirán todos, no es cosa mía, es mucho peor. De joven no eres consciente de que tienes una responsabilidad con el péblico, y eso funciona muy bien. Pero cuando vas sabiendo que han salido de su casa, se han gastado un dinero que no tienen en comprar una entrada que es cara y han ido y te aman… Buf, es mucho más jodido.
Antes de suspender, dijo desde el escenario: "Envejecer es una puta mierda". Estamos hartos de que la gente diga que es estupendo envejecer. Váyase usted a la mierda. ¿Quién quiere ser viejo? Nadie.
19 días y 500 noches. Al acabar el disco me quité de la coca. Un día en Marrakech dije: "Se acabó". Y se acabó. Pero en 19 días… me estaba tres días sin dormir con un verso. Siempre digo que no sirvo de ejemplo a las madres de los drogadictos, porque dije hasta aquí y no tuve ni que internarme. Además, soy monógamo, pero no fundamentalista: si después de una gira un pipa me invita, me tomo una raya sin problemas. Eso sucede no más de tres o cuatro veces al año. No me he vuelto antinada. Creo que la coca que tomábamos en esa época era cal de las paredes, porque algén día me la tomé en Colombia y me dio vuelta la cabeza, cosa que no pasó aquí. El otro día me contó un amigo, otro cantante que solía estar por aquí cuando medio Madrid tenía las llaves de mi casa, que un día vino el cobrador del frac. Me lo demostró con pruebas. No me acuerdo en absoluto; no me acuerdo de novias de esa época.
Habla de Atahualpa. ¿Quiénes han sido sus influencias? Si quiere saber mis santos: Dylan y Cohen, en el lado del anglosajón; como intérprete, Billie Holiday; en el lado francés, Brassens; en el español, José Alfredo Jiménez y Goyeneche, un cantante de tangos; el más grande: Serrat; le tengo enorme respeto a Paco Ibáñez, que nos dio a conocer la mejor poesía española con voz de cabra. Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Juan Luis Guerra, que puso a bailar a las gordas europeas que no sabían que tenían caderas. Y el panameño de la salsa, Rubén Blades. En Argentina, 30 años después del tango, Charly García. Pero escucharía a Dylan, a Brassens y a Cohen toda la vida. No encuentro al Dylan ni al Cohen actual de 20 años.
Habrá alguien de hoy. Me interesan Leyva y Vanesa Martín, a quienes he conocido aquí tocando la guitarra y cantando. Y están pasando cosas en el flamenco, desde Rosalía hasta Poveda. Ah, y un cantante amigo mío, al que me traje de Uruguay, Jorge Drexler. Del indie me gusta Vetusta Morla, aunque sus letras siguen siendo muy oscuras.
Hay bastante de América Latina. ¿Qué se trae cuando regresa de allí? El corazón inflamado. Allí se ha construido una especie de culto. No me gusta la palabra, pero pasa. Y, claro, para un tipo que lo énico que quiere es comunicarse con la gente en su idioma, pues da muchísimo gusto. Un tipo, cuidado, que tiene 70 años ya.
¿No son 69? Celebré los 70 el otro día. Porque José Tomás, mi amigo el torero, está tan enamorado como yo de José Alfredo y se trajo el mejor mariachi de México. Me lo regaló e invité a todos mis amigos aquí en Casa Patas. Por si no llegaba a mi cumpleaños, dije: voy a aprovechar este mariachi.